Acatisto a la Madre de Dios Soberana del Mundo (Pantanassa)

Kon­ta­kion 1

Ante tu icono santo y lu­mi­no­so, no­so­tros los fie­les que te ser­vi­mos, nos in­cli­na­mos con re­ve­ren­cia y te can­ta­mos. Con­ce­de la cu­ra­ción a los que te su­pli­can con ar­dien­tes ora­cio­nes para que po­da­mos cla­mar­te:

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Ikos 1

El prín­ci­pe de los án­ge­les des­cen­dió de los cie­los para decir a la So­be­ra­na del mundo: ¡Alé­gra­te!, y vién­do­te en­car­nar­te por esta pa­la­bra, oh Señor, se puso a cla­mar, per­sua­dien­do a la crea­ción en­te­ra a di­ri­gir sus ala­ban­zas a la Madre de Dios:

Alé­gra­te, prin­ci­pio de sal­va­ción de los hom­bres. Alé­gra­te, con­so­la­ción cier­ta de la na­tu­ra­le­za caída. Alé­gra­te, Tú que en­gen­dras­te a nues­tro Dios. Alé­gra­te, prin­ci­pio y fin de toda re­ge­ne­ra­ción. Alé­gra­te, Tú que fuis­te ele­gi­da por el Crea­dor para cum­plir Su vo­lun­tad. Alé­gra­te, Tú que fuis­te el or­na­men­to de Dios el Verbo. Alé­gra­te, Tú que so­bre­pa­sas todo en­ten­di­mien­to. Alé­gra­te, Al­tu­ra in­con­men­su­ra­ble que so­bre­pa­sa los cie­los. Alé­gra­te, Vir­gen lu­mi­no­sa se­me­jan­te al Sol y más bri­llan­te que la luz. Alé­gra­te, pues por Tu na­ti­vi­dad fue cum­pli­do el de­sig­nio del Padre. Alé­gra­te, al­tu­ra y pro­fun­di­dad inefa­bles, ama­ne­cer de todas las gra­cias. Alé­gra­te, fuen­te de sa­na­ción de todos los que te su­pli­can.

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Kon­ta­kion 2

Gra­cias a Ti, oh Vir­gen, el Verbo an­te­rior a los si­glos se con­vir­tió en niño pe­que­ño. Na­ci­do de una ma­ne­ra inefa­ble, a los que te ve­ne­ran, Él ofre­ce la re­mi­sión de los pe­ca­dos y la cu­ra­ción, en tanto que te su­pli­can can­tan­do: ¡Ale­lu­ya!

Ikos 2

Que­rien­do com­pren­der el in­com­pren­si­ble mis­te­rio del Padre Eterno, La que no co­no­ció varón, pre­gun­tó al men­sa­je­ro con temor y res­pe­to: ¿cómo es que sien­do vir­gen po­dría yo lle­gar a ser la Madre de Dios Al­tí­si­mo? Con tem­blor, el ángel le dijo en­ton­ces:

Alé­gra­te, se­cre­to de la vo­lun­tad del Al­tí­si­mo. Alé­gra­te, Li­be­ra­do­ra de los que te su­pli­can. Alé­gra­te, Ale­gría y tran­qui­li­dad de los que están afli­gi­dos. Alé­gra­te, Mé­di­co y res­ta­ble­ci­mien­to de los en­fer­mos. Alé­gra­te, Ani­qui­la­ción per­fec­ta del azote del cán­cer. Alé­gra­te, Sal­va­do­ra vi­gi­lan­te de cual­quier otro azote. Alé­gra­te, Re­fu­gio in­mu­ta­ble y dulce del mundo. Alé­gra­te, Tú que pres­tas oído solo a los que son pro­ba­dos. Alé­gra­te, En­tra­da a la sal­va­ción de la mul­ti­tud de hom­bres. Alé­gra­te, Em­ble­ma y co­ro­na de los fie­les at­ho­ni­tas. Alé­gra­te, Tú que eres la única que nos li­be­ras­te de la con­de­na a muer­te.

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Kon­ta­kion 3

El poder del Al­tí­si­mo te cu­brió, oh Vir­gen, te san­ti­fi­có toda en­te­ra según su buena vo­lun­tad, tomó pres­ta­da de Ti Su pro­pia carne y en­se­ñó a los que bus­can la sal­va­ción a can­tar: ¡Ale­lu­ya!

Ikos 3

Res­plan­de­cis­te inefa­ble­men­te por Tu santo icono que rea­li­za mi­la­gros. Y de una ma­ne­ra in­com­pren­si­ble, Tú ofre­ces eter­na­men­te la gra­cia de los mi­la­gros a los que te acla­man:

Alé­gra­te, Madre de la Luz sin de­cli­ve. Alé­gra­te, Abo­li­ción de la noche y las ti­nie­blas. Alé­gra­te, Re­me­dio y sos­tén di­li­gen­te de los que su­fren. Alé­gra­te, Unión sin fallo de la fe y la es­pe­ran­za. Alé­gra­te, Ca­mino de los que quie­ren vivir pia­do­sa­men­te. Alé­gra­te, Co­ra­je y se­gu­ro de los que lu­chan con per­se­ve­ran­cia. Alé­gra­te, Tú que pro­du­jis­te la sal­va­ción de los fie­les. Alé­gra­te, Tú, única que abris­te el ca­mino del cielo. Alé­gra­te, Es­ca­le­ra que hace en­trar a los mor­ta­les en el cielo. Alé­gra­te, Rocío que tiene su fuen­te en los to­rren­tes de la gra­cia. Alé­gra­te, Tú única que co­ro­nas de gra­cia al coro de las vír­ge­nes. Alé­gra­te, Tú, única que sua­vi­zas­te nues­tro tiem­po per­ver­so.

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Kon­ta­kion 4

Que­rien­do in­su­flar la vida al mundo, el Crea­dor y Maes­tro del mundo, el Dios an­te­rior a los si­glos, se en­car­nó en Ti, oh Toda Pura, y te re­co­no­ció como me­dia­do­ra y Madre de los fie­les, so­li­ci­tán­do­nos can­tar: ¡Ale­lu­ya!

Ikos 4

Dios co­no­ció todas las ma­ra­vi­llas que se pro­du­cían, por Tu santo y ve­ne­ra­ble icono, oh Vir­gen Santa, y oyó ha­blar de cu­ra­cio­nes y los bál­sa­mos que son ofre­ci­dos en abun­dan­cia a los que Te ve­ne­ran, hon­ran­do Tu icono san­tí­si­mo, oh So­be­ra­na del mundo, y cla­mán­do­te:

Alé­gra­te, Tú que abres las vías de la cu­ra­ción. Alé­gra­te, Re­me­dio per­pe­tuo de los que están en­fer­mos. Alé­gra­te, Tú, única que curas la plaga del cán­cer. Alé­gra­te, Tú que nos has dado tu icono como fuen­te de todos estos dones. Alé­gra­te, oh Pura, que nos ilu­mi­nas con Tu ros­tro. Alé­gra­te, Tú que abo­lis­te la mal­di­ción del gé­ne­ro hu­mano. Alé­gra­te, pues, gra­cias a Ti, la na­tu­ra­le­za de los hom­bres fue li­be­ra­da. Alé­gra­te, pues por Ti, la mul­ti­tud de fie­les en­cuen­tran la ale­gría. Alé­gra­te, Al­tu­ra y pro­fun­di­dad inac­ce­si­bles al in­te­lec­to hu­mano. Alé­gra­te, Per­fu­me del Verbo que em­bria­gas todo el uni­ver­so. Alé­gra­te, Em­ble­ma di­vino de los fie­les je­rar­cas. Alé­gra­te, Or­gu­llo y re­ve­ren­cia de los an­ti­guos pa­triar­cas que te pre­ce­die­ron.

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Kon­ta­kion 5

Oh Vir­gen, cá­ma­ra nup­cial teó­fo­ra de las bodas del Verbo, re­co­no­ce­mos que Tú tras­pa­sas las leyes y la razón de la na­tu­ra­le­za. Pues, oh Toda Llena de Gra­cia, como Madre de Dios, Tú nos en­se­ñas de una ma­ne­ra in­com­pa­ra­ble a can­tar a Dios: ¡Ale­lu­ya!

Ikos 5

Los ejér­ci­tos ce­les­tia­les vie­ron en Tu mano, con­te­ner a Aquel que con Su pro­pia mano creó el gé­ne­ro hu­mano. Ellos con­tem­pla­ron que Tú eres So­be­ra­na, sien­do Sier­va. Oh Toda Ben­di­ta, ellos se apre­su­ra­ron en­ton­ces, con him­nos, a ala­bar­te y a acla­mar­te así:

Alé­gra­te, In­com­pa­ra­ble­men­te más gran­de que los ejér­ci­tos ce­les­tia­les. Alé­gra­te, Tú que sus­ci­tas las ac­cio­nes que con­du­cen a la sal­va­ción. Alé­gra­te, Rumor y pa­la­bra que llena los cie­los. Alé­gra­te, Tú que re­ge­ne­ras a los que es­ta­ban en la co­rrup­ción. Alé­gra­te, Tú que des­ha­ces al gé­ne­ro hu­mano de su co­rrup­ción. Alé­gra­te, Tú, por quien cesa la ti­ra­nía del Hades. Alé­gra­te, Re­fu­gio único de este valle de lá­gri­mas. Alé­gra­te, Ex­cep­ción de la ley que se apli­ca al gé­ne­ro hu­mano. Alé­gra­te, Vaso único del per­fu­me de la pu­re­za. Alé­gra­te, Es­po­sa siem­pre vir­gen, re­com­pen­sa del cielo. Alé­gra­te, Per­fu­me de la fe y cetro de la vir­tud. Alé­gra­te, oh Madre de Dios, or­gu­llo y sos­tén de los fie­les.

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Kon­ta­kion 6

Cuando Tú aban­do­nas­te el mundo, oh Vir­gen, tanto los pas­to­res teó­fo­ros como los san­tos dis­cí­pu­los del Sal­va­dor se reunie­ron al­re­de­dor tuyo y con una voz dulce, can­ta­ron con ardor di­cien­do: ¡Ale­lu­ya!

Ikos 6

Tú res­plan­de­ces por Tu icono, oh Madre y So­be­ra­na del mundo, y nos mos­tras­te de for­mas di­ver­sas la gra­cia de los mi­la­gros, la cuál Tú ofre­cis­te en abun­dan­cia a los que eran in­cu­ra­ble y les hi­cis­te re­co­brar la salud. Así, li­be­ra­dos por Ti, ellos te cla­ma­ron:

Alé­gra­te, Al­za­mien­to de los que su­fren dolor. Alé­gra­te, Con­so­la­ción de los afli­gi­dos. Alé­gra­te, Tú que des­tru­yes el error del en­ga­ño. Alé­gra­te, Tú que rom­pis­te las tram­pas del enemi­go. Alé­gra­te, Madre que re­du­jis­te a nada nues­tro enemi­go per­so­nal. Alé­gra­te, Agua viva que brota de los to­rren­tes del Es­pí­ri­tu Santo. Alé­gra­te, Co­lum­na de fuego que guía a los fie­les. Alé­gra­te, Sos­tén di­vino que guar­da a los inocen­tes. Alé­gra­te, Maná in­com­pa­ra­ble. Alé­gra­te, Dul­zu­ra de la pu­re­za sin igual. Alé­gra­te, Tie­rra del Reino de Cris­to. Alé­gra­te, Fun­da­men­to de la di­vi­na re­ve­la­ción.

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Kon­ta­kion 7

Cuando llegó el mo­men­to de tomar tu carne, oh Verbo de Dios, fuis­te pre­sen­ta­do como un niño pe­que­ño al Justo Si­meón, pero le hi­cis­te saber que Tú eras el Dios per­fec­to, y así, él fue asom­bra­do por Tu gran sa­bi­du­ría, cla­man­do: ¡Ale­lu­ya!

Ikos 7

Tú nos fuis­te pre­sen­ta­da como nueva crea­ción, oh Vir­gen, pues Tú, la fu­tu­ra Madre, diste forma sin se­mi­lla y sin co­rrup­ción en Tu seno al Verbo de Dios y per­ma­ne­cis­te Vir­gen. Ante este mi­la­gro, no­so­tros somos asom­bra­dos por tal ma­ra­vi­lla y te cla­ma­mos:

Alé­gra­te, Flor de la vir­gi­ni­dad. Alé­gra­te, Co­ro­na de in­co­rrup­ti­bi­li­dad. Alé­gra­te, Ima­gen de la re­ge­ne­ra­ción. Alé­gra­te, Tú que nos mues­tras las cosas in­ma­te­ria­les. Alé­gra­te, Maná in­co­rrup­ti­ble del que se ali­men­tan los fie­les. Alé­gra­te, Abri­go di­vino bajo el que acu­den las mul­ti­tu­des. Alé­gra­te, Tú que crias­te al Guía de los hom­bres. Alé­gra­te, Es­pe­ra se­gu­ra de los cau­ti­vos. Alé­gra­te, Per­dón de la mul­ti­tud de cul­pa­bles y de los que fa­llan. Alé­gra­te, Es­pe­ran­za y amor de los que no tie­nen nada. Alé­gra­te, Ale­gría y pilar de la Igle­sia de Cris­to.

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Kon­ta­kion 8

Viendo este ma­ra­vi­llo­so alum­bra­mien­to, los hijos de los hom­bres ele­va­ron con temor, su es­pí­ri­tu hacia Dios y to­ma­ron con­cien­cia de este mis­te­rio. Y es así como Dios Al­tí­si­mo se les pre­sen­tó para atraer­los hacia Él a los que le cla­man: ¡Ale­lu­ya!

Ikos 8

Encon­trán­do­se en­te­ra­men­te en el seno del Padre, por con­des­cen­den­cia di­vi­na, el Verbo in­co­rrup­ti­ble que ha­bi­ta los cie­los des­cen­dió a no­so­tros para su alum­bra­mien­to vir­gi­nal y para atraer hacia Él a los que es­ta­ban aquí abajo, y Él les oyó cla­mar a la Toda Santa:

Alé­gra­te, Mo­ra­da del Dios in­cir­cuns­cri­to. Alé­gra­te, Marca del Mis­te­rio in­con­ce­bi­ble. Alé­gra­te, Ca­mino único de los hom­bres hacia la ale­gría. Alé­gra­te, Tú que un­gis­te y sa­nas­te con bál­sa­mo la he­ri­da de nues­tra raza. Alé­gra­te, Tú, pues úni­ca­men­te en­con­tras­te a los que es­ta­ban per­di­dos. Alé­gra­te, Tú que abo­lis­te la pena de los que ha­bían caído en el pe­ca­do. Alé­gra­te, Tú que pa­gas­te la deuda de Adán. Alé­gra­te, Tú por quién Eva fue li­be­ra­da. Alé­gra­te, Tú que sanas los su­fri­mien­tos de los mor­ta­les. Alé­gra­te, Re­cur­so y es­pe­ran­za de los fie­les.

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Kon­ta­kion 9

Toda la raza de los án­ge­les y de los hom­bres fue­ron asom­bra­dos por tu con­cep­ción sin se­mi­lla, oh Verbo de Dios, pues Tú eres para todos el Dios inefa­ble y te vie­ron como a un hom­bre que ca­mi­na entre no­so­tros y que los oye a todos cla­mar­te: ¡Ale­lu­ya!

Ikos 9

Todos los que se re­fu­gian en Ti son li­bra­dos de los pe­li­gros y los males, oh Madre de Dios, pues la gra­cia de Tu santo icono, So­be­ra­na del mundo, es re­par­ti­da abun­dan­te­men­te sobre los que su­fren, y ofre­ce la cu­ra­ción a los que fiel­men­te te ad­mi­ran y te acla­man:

Alé­gra­te, Crá­ter de cu­ra­ción que fluye eter­na­men­te. Alé­gra­te, Cer­ca­do de mi­la­gros. Alé­gra­te, Tú, única, que ofre­ces la fuen­te de la es­pe­ran­za. Alé­gra­te, So­be­ra­na del mundo que apa­cien­ta los do­lo­res. Alé­gra­te, Tú que no dejas solos a los que te bus­can. Alé­gra­te, pues úni­ca­men­te Tú con­sue­las los sus­pi­ros de los hom­bres. Alé­gra­te, Tú que pron­ta­men­te es­cu­chas la voz de los que su­fren. Alé­gra­te, Aten­ción y sos­tén de una buena re­nun­cia. Alé­gra­te, Pro­to­ti­po y em­ble­ma de la justa su­mi­sión. Alé­gra­te, Guar­dia­na del te­so­ro de los dones del Crea­dor. Alé­gra­te, Mon­ta­ña Santa, nues­tra mo­ra­da eter­na.

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Kon­ta­kion 10

El Crea­dor, que­rien­do sal­var la na­tu­ra­le­za caída de los hom­bres, des­cen­dió sobre Ti, oh Toda Pura, y Te san­ti­fi­có, Te di­vi­ni­zó, y a todo el gé­ne­ro hu­mano, lo le­van­tó y lo re­mo­de­ló según su pri­mi­ti­va be­lle­za per­sua­dién­do­le a cla­mar: ¡Ale­lu­ya!

Ikos 10

Tú eres la mu­ra­lla de las vír­ge­nes y de todos los que desean vivir en la pu­re­za, oh Vir­gen, pues el Rey de todos se en­car­nó en Ti, oh Toda Santa, y como Madre de Dios, Él nos en­se­ña a pro­cla­mar­te así:

Alé­gra­te, Glo­ria de la vir­gi­ni­dad. Alé­gra­te, Fun­da­men­to de sal­va­ción. Alé­gra­te, Na­ci­mien­to y sello de los Pa­dres. Alé­gra­te, Co­mien­zo y fin de la re­ve­la­ción. Alé­gra­te, Único enig­ma de la vo­lun­tad del Al­tí­si­mo. Alé­gra­te, Di­vino em­ble­ma del há­bi­to del Sal­va­dor. Alé­gra­te, pues por Tu apa­ri­ción se cum­plió la ora­ción. Alé­gra­te, Tú que sin man­cha y sin des­hon­ra eres más Am­plia que los cie­los. Alé­gra­te, Tú que do­mi­nas sobre toda la crea­ción. Alé­gra­te, Tú que sola me­re­ces nues­tras ala­ban­zas, oh Madre de Dios. Alé­gra­te, Madre de la luz que diste vida a la Luz.

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Kon­ta­kion 11

La crea­ción, que­rien­do ofre­cer dig­na­men­te una ala­ban­za al Sal­va­dor de todos, oh Madre de Dios llena de bon­dad, no pudo igua­lar Tu amor a los hom­bres sin lí­mi­te, del que Tú nos haces don, pero con un amor pro­fun­do te clama: ¡Ale­lu­ya!

Ikos 11

Cristo, Tu Hijo, dio la nube lu­mi­no­sa a los que se en­con­tra­ban en las ti­nie­blas, oh Vir­gen San­tí­si­ma, pero nos elevó a la Luz sin de­cli­ve por el co­no­ci­mien­to. Él nos en­se­ña a todos, y por Ti, Madre de nom­bre lu­mi­no­so, nos in­ci­ta a com­po­ner­te him­nos de ala­ban­za:

Alé­gra­te, Tú que diste a luz al Sol es­pi­ri­tual. Alé­gra­te, Di­vi­na ves­ti­du­ra de la trans­fi­gu­ra­ción del Señor. Alé­gra­te, Luz inefa­ble del or­na­men­to de los san­tos. Alé­gra­te, Tú que haces le­van­tar­se la cla­ri­dad por múl­ti­ples bri­llos. Alé­gra­te, Tú que ani­qui­las­te las ti­nie­blas de los de­mo­nios. Alé­gra­te, Tú que eres la fuen­te del río inex­tin­gui­ble. Alé­gra­te, Mar ex­ten­so que hace de­te­ner­se a la tie­rra. Alé­gra­te, Tú única que sanas las he­ri­das de los en­fer­mos. Alé­gra­te, Tú que ofre­ces el mo­de­lo de sal­va­ción. Alé­gra­te, Tú que lavas las man­chas de todas las trans­gre­sio­nes. Alé­gra­te, Tú que sanas las con­cien­cias de los fie­les. Alé­gra­te, Tú que ablan­das siem­pre los jui­cios del Juez in­fle­xi­ble.

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Kon­ta­kion 12

Que­rien­do otor­gar la gra­cia sobre las deu­das an­ti­guas, Aquel que quita los pe­ca­dos del mundo, vino hacia los que es­ta­ban des­via­dos de Su Gra­cia, y desechan­do la deuda, Él se oyó acla­mar por todos: ¡Ale­lu­ya!

Ikos 12

Can­tan­do todos estos him­nos, Te ve­ne­ra­mos como el re­fu­gio di­vino, oh Madre de Dios, pues en Ti ha­bi­tó inefa­ble­men­te el Verbo que sos­tie­ne todo en su mano. Él Te san­ti­fi­có, Te glo­ri­fi­có y nos en­se­ñó a todos a cla­mar­te:

Alé­gra­te, Cán­ti­co inefa­ble de los him­nos de los án­ge­les. Alé­gra­te, Causa y su­je­to de los cán­ti­cos hu­ma­nos. Alé­gra­te, Ve­ne­ra­ción de la Tri­ni­dad, pues Tú po­sees en Ti la Luz. Alé­gra­te, Mis­te­rio­sa­men­te Única y siem­pre Vir­gen. Alé­gra­te, Dig­ni­dad más alta que los cie­los. Alé­gra­te, No­ve­dad in­des­crip­ti­ble bajo el sol. Alé­gra­te, Mis­te­rio inex­pli­ca­ble de los si­glos y de los tiem­pos. Alé­gra­te, Ve­ne­ra­ción y or­gu­llo de todos los pue­blos y todos los paí­ses. Alé­gra­te, Hu­mil­de em­ble­ma de los pia­do­sos sa­cer­do­tes. Alé­gra­te, Apoyo y or­gu­llo de los fie­les ami­gos de Dios. Alé­gra­te, Ar­que­ti­po ex­ce­len­te de los as­ce­tas y de los mon­jes. Alé­gra­te, Ple­ro­ma de todos los que te im­plo­ran y te di­ri­gen sú­pli­cas.

¡Alé­gra­te, Única So­be­ra­na del mundo!

Kon­ta­kion 13

Oh Madre de Dios y So­be­ra­na del mundo, Tú que diste a Luz al Verbo más santo que los san­tos, acoge nues­tros him­nos y lí­bra­nos de toda es­pe­cie de ca­la­mi­dad, y libra del jui­cio ve­ni­de­ro a los que te acla­man: ¡Ale­lu­ya, Ale­lu­ya, Ale­lu­ya!

Се́й конда́къ глаго́лется три́жды. Та́же Икосъ 1-й и Конда́къ 1-й

Pri­me­ra ora­ción, según la ver­sión es­la­va

Oh Bon­da­do­sa y ma­ra­vi­llo­sa Madre de Dios, So­be­ra­na del mundo, no soy digno de que en­tres bajo el techo de mi casa. Madre llena de bon­dad del Dios de mi­se­ri­cor­dia, di una pa­la­bra para que mi alma sea sa­na­da y mi cuer­po en­fer­mo en­cuen­tre sus fuer­zas. Pues Tú po­sees un poder gran­dio­so y nada te es im­po­si­ble. Oh So­be­ra­na del mundo, ruega por mi, im­plo­ra a Dios por mi, para que yo glo­ri­fi­que Tu nom­bre glo­rio­so, ahora y siem­pre y por los si­glos de los si­glos. Amén.

Se­gun­da ora­ción, según la ver­sión es­la­va

Purí­si­ma Madre de Dios, So­be­ra­na del mundo, es­cu­cha nues­tros sus­pi­ros de gran dolor ante Tu icono mi­la­gro­so lle­va­do a Rusia desde el Monte Athos. Des­cien­de tu mi­ra­da sobre tus hijos que su­fren en­fer­me­da­des in­cu­ra­bles, y que se in­cli­nan con fe ante Tu icono santo. Como un pá­ja­ro que re­co­ge bajo sus alas a sus po­llue­los, Tú que eres in­mor­tal, cú­bre­nos tam­bién a no­so­tros ahora bajo Tu omo­fo­rion que da la salud. Allí donde la es­pe­ran­za des­a­pa­re­ce, esté nues­tra se­gu­ra es­pe­ran­za, allí donde pre­do­mi­nan los gran­des su­fri­mien­tos, con­cé­de­nos pa­cien­cia y ali­vio, allí donde las ti­nie­blas de la de­ses­pe­ra­ción han in­va­di­do nues­tras almas, que bri­lle esta luz inefa­ble de Dios. Con­sue­la a los pu­si­lá­ni­mes y da fuer­za a los de ca­rác­ter débil, ablan­da los co­ra­zo­nes en­du­re­ci­dos e ilu­mí­na­los. Sana a tus sier­vos en­fer­mos, oh Reina llena de mi­se­ri­cor­dia; ben­di­ce la in­te­li­gen­cia y las manos de los que nos cui­dan para que lle­guen a ser los ins­tru­men­tos de nues­tro Mé­di­co Po­de­ro­so, Cris­to Sal­va­dor. Oh nues­tra So­be­ra­na, no­so­tros re­za­mos ante Tu icono como si tu es­tu­vie­ses entre no­so­tros. Ale­gría de los afli­gi­dos, con­so­la­do­ra en nues­tras des­gra­cias, ex­tien­de tus manos lle­nas de sa­na­ción, para que, re­ci­bien­do pron­ta­men­te Tu ayuda mi­la­gro­sa, glo­ri­fi­que­mos a la San­tí­si­ma Tri­ni­dad, vi­vi­fi­can­te e in­di­vi­si­ble, Padre, Hijo y Es­pí­ri­tu Santo, ahora y siem­pre y por los si­glos de los si­glos. Amén.

Tro­pa­rio, tono 4

Icono ve­ne­ra­ble y lleno de gra­cia de la So­be­ra­na del mundo, ase­gu­ra, oh Reina, la sal­va­ción de los que bus­can ar­dien­te­men­te Tu gra­cia. Libra de las tri­bu­la­cio­nes a los que acu­den a Ti y guar­da de todo pe­li­gro a Tu re­ba­ño que in­vo­ca sin cesar tu ayuda.

Me­ga­lim­na­rio, tono 4

Sen­ta­da sobre Tu trono en Tu icono ve­ne­ra­ble, Tú que sir­ves de trono a Dios, sé el muro de Tu re­ba­ño que canta Tus ma­ra­vi­llas, en los múl­ti­ples pe­li­gros, oh So­be­ra­na del mundo.

Aca­tis­to a la Madre de Dios So­be­ra­na del Mundo (Pan­ta­nas­sa) en Es­pa­ñol
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